Si usas un estilo pasivo dejas de expresar lo que realmente piensas y sientes, y buscas tranquilizar a otros pidiendo disculpas constantemente.
Cuando no eres auténtico al expresarte, no solo serás percibido cómo alguien temeroso, sino que no te ves como una persona transparente y esto afecta la confianza en tus relaciones.
Puede que incluso dejes de compartir ideas valiosas y los que sí tienen el valor para compartirlas se lleven el crédito.
Si estás en el extremo pasivo es importante que trabajes en tus habilidades asertivas, de lo contrario los demás se van a aprovechar de ti.
Te pasaran por encima y no te tomaran en serio, porque piensan que, si no hacen lo que les pides, en últimas no pasa nada.
O puede ser que cuando les pidas algo de forma indirecta, no entiendan con claridad tu solicitud, ni la importancia de esta y, por lo tanto, no hagan nada.
Y tu terminarás sintiendo resentimiento hacia otros, inseguridad y rabia contigo mismo por no darte tu lugar.
Empezarás a creerte una víctima, a quejarte de otros a sus espaldas, olvidando que tú mismo te pusiste en esa posición y que tienes la capacidad de moverte de ahí.
Los demás percibirán tu descontento y escucharán tus quejas y posiblemente termines siendo visto como aquel que tiene mala actitud.
O peor aún, como alguien en quien no se puede confiar porque no es auténtico, ni expresa de forma directa y sincera lo que piensa y siente.
La pasividad afecta tus relaciones, tu bienestar y tu capacidad para alcanzar metas.
El lado positivo es que si te lo propones, puedes comunicarte de forma efectiva usando las técnicas de comunicación asertiva que encontrarás en las otras secciones de esta guía.
5 RECURSOS
Si te inclinas hacia este lado de la balanza, posiblemente tiendes a ser una persona conciliadora, que conserva la calma y muy colaboradora.
Por supuesto esto no tiene nada de malo y seguramente te ayuda en muchos sentidos.
El problema está en que posiblemente dejas de expresar tus necesidades y defender tus ideas y terminas haciendo lo que otros dicen, incluso cuando no estás de acuerdo.
No comunicas lo que piensas, sientes y necesitas por miedo a entrar en conflicto, a que las otras personas se molesten, a sentirte mal o hacer sentir mal a otros, o a que se dañe tu imagen y te rechacen.
Puede ser que no te sientas seguro de ti mismo y esa desconfianza en tus capacidades e ideas, te dificulte tomar decisiones y arriesgarte.
Puede que, por miedo a que se dañen tus relaciones personales y laborales, o a ser excluido, juzgado o rechazado, termines diciendo sí, cuando quieres decir que no.
Inclusive he visto personas que, al decir siempre sí y no poner límites, terminan sobrecargadas de actividades, sin tiempo para sí mismas.
Y llegan a un punto en el que no pueden más y empiezan a sentir resentimiento y rabia, lo cual afecta sus relaciones y su bienestar.
Según el New York Times las personas pasivas ponen las necesidades de los demás antes que las propias y, a la larga, ser incapaz de expresar lo que quieres es una receta para la insatisfacción perpetua, porque tus necesidades siempre terminan en un segundo plano.